Bishop Michael Curry's Christmas Message 2020: Joy to the World!

Joy to the world! The Lord is come: let earth receive her King; let every heart prepare him room, and heaven and nature sing.

Perhaps like me, you’ve sung this hymn for years – in church, at home with your family, gathered with friends and neighbors. Perhaps you’ve sung it to yourself – in your car, on a walk, or quietly in the dark of night.

Joy to the world!

While we may not feel joyful this year – as the pandemic of disease continues to bring sickness and death, when fear and mistrust – a darkness – threatens to overcome the light – we, as followers of Jesus Christ must bear joy to this aching world. We must shine light into the darkness. Joy to the world!

Like much in our lives, proclaiming joy is difficult work – also good and essential work – especially now. Though we mourn that which is lost in our lives, our families, and our communities – Joy to the world!

While we strive to pull up the twisted and thorny vines of hatred and bigotry and anger – Joy to the world!

Through streaming tears and gritted teeth – Joy to the world! – because God is breaking into our lives and into this world anew.

While this is a strange year, the ministry He gives us remains the same. We will prepare him room in our hearts by taking on the ministry Jesus demands of us: feed those who are hungry; welcome the stranger; clothe those who are naked; heal those who are sick; visit the prisoner. Love God. Love your neighbor. Sing joy into this old world. Prepare him room.

St. Luke writes of the first Christmas, “[Mary] gave birth to her firstborn son and wrapped him in bands of cloth, and laid him in a manger, because there was no room for them in the inn.” There, in the simplest bed, in the cool of the night, in a trough, in bands of cloth, lies the One for whom no room was made. And yet strangely, there lies the One whom not even the universe can contain.

Joy to the world! The Lord is come. In your hearts, in your homes, in your lives, prepare him room.

God love you; God bless you; and may God hold us all in those almighty hands of love.

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¡Alegría para el mundo! El Señor ha venido: que la tierra reciba a su Rey; que cada corazón le prepare un lugar, y el cielo y la naturaleza canten.[1]

Acaso, al igual que yo, ustedes han cantado este himno durante años: en la iglesia, en casa con sus familias, reunidos con amigos y vecinos. Tal vez se lo hayan cantado a ustedes mismos: en el auto, en un paseo o en silencio en la oscuridad de la noche.

¡Alegría para el mundo!

Si bien es posible que no nos sintamos alegres este año, ya que la pandemia sigue trayendo enfermedad y muerte, cuando el miedo y la desconfianza —una oscuridad—amenazan con vencer la luz, nosotros, como seguidores de Jesucristo, debemos llevar alegría a este mundo dolorido. Debemos hacer brillar la luz en la oscuridad. ¡Alegría para el mundo!

Como muchas cosas en nuestra vida, proclamar la alegría es una tarea ardua, también un quehacer bueno y esencial, especialmente ahora. Aunque lamentamos lo que se pierde en nuestras vidas, nuestras familias y nuestras comunidades – ¡Alegría para el mundo!

Mientras nos esforzamos por desarraigar las plantas retorcidas y espinosas del odio, la intolerancia y la ira – ¡Alegría para el mundo!

A través de las lágrimas y a regañadientes – ¡Alegría para el mundo!– porque de nuevo Dios irrumpe en nuestras vidas y en este mundo.

Si bien este es un año extraño, el ministerio que Él nos da sigue siendo el mismo. Le prepararemos un lugar en nuestro corazón asumiendo el ministerio que Jesús exige de nosotros: alimentar a los hambrientos; acoger al forastero; vestir a los desnudos; curar a los enfermos; visitar a los presos. Amen a Dios. Amen a su prójimo. Proclamen la alegría en este viejo mundo. Preparen su lugar.

San Lucas escribe de la primera Navidad: «[María] dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada». Allí, en el lecho más sencillo, en el fresco de la noche, en un abrevadero, en pañales, yace Aquel para quien no había lugar. Y, sin embargo, extrañamente, ahí está Aquel a quien ni siquiera el universo puede contener.

«¡Alegría para el mundo! El Señor ha venido. En sus corazones, en sus hogares, en sus vidas, preparen su lugar».

Dios les ama; Dios les bendiga; y que Dios nos sostenga a todos en esas poderosas manos de amor.


[1] Traducción literal del himno que, en español, se conoce por el título de «¡Al mundo paz!»

On the web/En la red:
Presiding Bishop Curry’s Christmas Message 2020
Mensaje de Navidad 2020 del obispo primado Curry